31 de octubre de 2007

¿Qué se siente al morir electrocutado?

El corazón y el cerebro, lo más vulnerable

En las electrocuciones accidentales, que normalmente implican los bajos voltajes domésticos, la causa más común de fallecimiento es la arritmia, que detiene el corazón. La pérdida de consciencia llega tras los 10 segundos, comenta Richard Trohaman, cardiólogo de la Universidad Rush en Chicago. Un estudio realizado sobre fallecimientos por electrocución realizado en Montreal (Canadá), descubrió que el 92% habían muerto probablemente de arritmia.

Las corrientes más altas pueden causar pérdida de consciencia casi de forma inmediata. La silla eléctrica fue diseñada para producir una pérdida de consciencia instantánea y por tanto una muerte indolora - un avance frente a la tradicional horca - al conducir la corriente a través del cerebro y del corazón.

Si alcanzó o no sus objetivos es aún materia de debate. Estudios realizados con perros en la década de 1950 descubrieron que los electrodos tenían que ser colocados a ambos lados de la cabeza para asegurar que pasara un volumen de corriente suficiente a través del cerebro como para dejar inconsciente al animal. Ha habido realmente muchas ejecuciones chapuceras en las que se necesitaron varias descargas para producir la muerte, o en las que saltaban llamas de la cabeza del prisionero; al menos en un caso debido a una esponja sintética húmeda pegada a los electrodos de la cabeza del prisionero, que resultó ser un conductor tan pobre que ardió al calentarse a causa de la corriente.

Un análisis forense realizado en 2005 de los restos de 43 prisioneros sentenciados a muerte en la silla eléctrica, descubrió que las heridas visibles más comunes eran quemaduras en piernas y cabeza, allí donde se implantaban los electrodos. El autor del estudio, un vetrano forense de Florida llamado William Hamilton, concluyó que estas quemaduras se producían post-mortem, y que la muerte fue en realidad instantánea.

Sin embargo, John Wikswo, biofísico de la Universidad Vanderbilt en Nashville, Tennessee, sostiene que los gruesos huesos aislantes del cráneo podrían evitar la llegada al cerebro de buena parte de la corriente, y que en vez de instantáneamente los prisioneros podrían fallecer por calentamiento del cerebro o quizás por asfixia debido a la parálisis de los músculos respiratorios; en cualquier caso, una forma muy poco placentera de morir.

Traducido parcialmente de Death special: How does it feel to die?

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